
La Jerarquía católica se lamenta machaconamente de sufrir una gran persecución. En realidad es sólo un complejo interesadamente manipulado, consecuencia de una deformación de su entorno mundanal. Esa postura farisaica lleva a la Iglesia a la soberbia de proclamarse santa sin sombra de mancha alguna. Se cierra entonces en su propia endogamia y se enorgullece de no ser pecadora como los que están en el mundo expuestos a la destrucción de las almas. Desde su arrogante santidad desprecia todo lo que no es ella misma. Nunca en la historia se ha sentido pecadora, itinerante hacia una cumbre definitiva. El arrepentimiento es una actitud que deben ejercer los humanos, pero nunca ella, que está concebida en santidad original y su horizonte escatológico no es más que el reconocimiento supremo de su inmaculada concepción, de su caminar santo y de su llegada a la plenitud vestida de blanco.
Jesús Sanz, Arzobispo de Oviedo, habla de “la cristianofobia del laicismo beligerante y la barata facilidad con la que la Iglesia es sometida a befa y mofa". Se pregunta el Arzobispo "por qué hay patente de corso en esa exclusión del hecho religioso en general y del cristiano y eclesial en particular". "Los intolerantes imponen su censura" para desgastar "la presencia cristiana" con "posiciones políticas, culturales y mediáticas que tratan de atacar y destruir al cristianismo".
Rouco arremetió contra el "anticlericalismo y secularismo agresivo” que, en su opinión, se vive en nuestro país. Por su parte, Cañizares invitó a los fieles a "la confianza en el amor de Dios y en su victoria sobre el mal", ante las "muchas dificultades, grandes y graves, en la Iglesia y en el mundo, también en España". "Vivimos –asegura- unos momentos en que no se sabe lo que es el mal o se piensa que apenas hace daño el hacerlo".
La Jerarquía no se plantea la asunción de culpabilidad propia alguna. “El infierno son los otros” diría Sartre. No asume la Iglesia que ella sea su propio problema y carga sobre los demás la indiferencia o la antipatía que despierta.

La Iglesia es un problema para sí misma. Y en la medida en que aspira a una imposición dictatorial sobre las conciencias, es también un problema para la humanidad. Sólo la libertad, creadora de amor y esperanza, nos devolverá la armonía de la convivencia con nosotros mismos.
EL CRISTIANISMO PURO es un movimiento humanista con un anhelo eterno por alcanzar la trascendencia humana y la sociedad perfecta. Que ha soportado los cambios de paradigmas que se han dado en el devenir, los seísmos, la reforma luterana, la contrarreforma, etc. Porque puede enfocarse de diversas maneras y enmarcarse en diferentes contextos, culturas, modelos y religiones; de todas maneras permanece inmutable. Debido a que la doctrina de la trascendencia humana que Cristo ilustró y predicó, tiene un valor genérico y universal; por ello, pudo injertarse al judaísmo y mantenerse en el oscurantismo privado de la luz de la razón durante dos milenios, sin asfixiarse, cegarse o extinguirse. Y también puede enmarcase en el helenismo, el hinduismo, el budismo, el sufismo. Y crecer y desarrollarse en el ateismo, el desarrollo humano, el empirismo, el escepticismo, el misticismo, el positivismo, la nueva Era, la modernidad, la post modernidad, racionalismo, y el sincretismo. El reto es sacar el cristianismo del oscurantismo, a fin de que la trascendencia humana refleja en Cristo ilumine al mundo. http://www.scribd.com/doc/42618497/Imperativos-Que-Justifican-y-Exigen-Urgentemente-Un-Nuevo-Enfoque-Del-Cristianismo-a-Efecto-De-Afrontar-Con-Exito-La-Crisis-De-La-Modernidad
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